Las escalas en la alta montaña, como en el paisaje, retan al montañero en sus travesías. La progresión por el límite en su justa medida, despierta la atención, sacándola del área de la comodidad y adentrándola en la del aprendizaje.
En arquitectura del paisaje estamos obligados a trabajar en las tres escalas -territorial, local y de detalle- si queremos que un proyecto tenga arraigo en el lugar. Conociendo la escala territorial haremos que la intervención esté bien comunicada, beneficie a más personas y contribuya a la cohesión del territorio. La escala local nos lleva a la proximidad de los vecinos, los que diariamente visitan el lugar, para conocer sus costumbres, adaptar nuestro proyecto y crear un lugar donde se puedan relacionar. Y por último, la escala del detalle nos introduce en los sentidos, la ergonomía, la estética y las sensaciones cercanas. Aquí, la vista, el olor, el tacto, el oído, ponen en sintonía al individuo con su entorno.
En las travesías de alta montaña, el ejercicio mental de aprehender las tres escalas requiere previsión, entrenamiento y atención. No sucede así en el senderismo, donde el terreno es más accesible, las sendas son visibles, y están señalizadas. Los riesgos se minimizan y el umbral de atención puede estar más bajo. Al requerir menos concentración, esta actividad se mueve en el área de la comodidad.
En alta montaña planificamos nuestro recorrido a escala 1/25000 para dosificar el esfuerzo y prever equipo y viveres, puntos de descanso y/o avituallamiento, pasos de dificultad, etc.
Sobre el terreno nos orientamos a escala de campo visual reconociendo accidentes orográficos y puntos de referencia para orientar nuestros pasos, y no perdernos evitando riesgos y pérdidas de tiempo y energía.

Escena desde la cumbre del Palas mirando al Sur. Primer plano ibones de Arriel (España) a la izquierda y Arremoulit (Francia) a la derecha, separados por la cresta divisoria fronteriza del Pallas, con el Pico Arriel. Medio plano: Peña Foratata. Plano de fondo: Sierra de la Partacua, uno de los cierres del Valle de Tena.
Y por último, como en alta montaña no son habituales los senderos, al progresar por terrenos difíciles, la escala del detalle llevará nuestros pies a apoyos seguros evitando accidentes que pueden obligarnos a abandonar el proyecto o algo más grave.
Muchas son las satisfacciones de mis travesías. Superación de retos, escenas únicas, lugares donde la naturaleza se presta dificilmente a ser domesticada, y por tanto mantiene su carácter, no siempre amable pero auténtico.
En la arquitectura del paisaje, el manejo de las tres escalas facilita la conexión con el Genius Loci del sitio donde intervenir y, en consecuencia la obtención de información esencial. Como en la alta montaña, este ejercicio requiere entrenamiento, esfuerzo y concentración. A cambio, obtendremos escenas, lugares y sensaciones que facilitarán la vida de quien los habita.